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Historia: “No se puede confiar en el imperialismo ni un tantico así, nada”… Che…

  • xNorberto Barreto Velázquez / Radio Liberación…
  • 5 ene 2017
  • 21 Min. de lectura













Los Estados Unidos experimentaron dos tipos de expansión en su historia: la continental y la extra-continental. La primera es la expansión territorial contigua, es decir, en territorios adyacentes a los Estados Unidos. Ésta fue vista como algo natural y justificado pues se ocupaba terreno que se consideraba “vacío” o habitado por pueblos “inferiores”. La llamada expansión extra-continental se dio a finales del siglo XIX y llevó a los norteamericanos a trascender los límites del continente americano para adquirir territorios alejados de los Estados Unidos (Hawai, Guam y Filipinas). Ésta provocó una fuerte oposición y un intenso debate en torno a la naturaleza misma de la nación norteamericana, pues muchos le consideraron contraria a la tradición y las instituciones políticas de los Estados Unidos.




Los territorios adquiridos en 1783 fueron objeto de polémica, pues surgió la pregunta de qué hacer con ellos. La solución a este problema fue la creación de las Ordenanzas del Noroeste (Northwest Ordinance, 1787). Con ésta ley se creó un sistema de territorios en preparación para convertirse en estados. Los nuevos estados entrarían a la unión norteamericana en igualdad de condiciones y derechos que los trece originales. De esta forma los líderes norteamericanos rechazaron el colonialismo y crearon un mecanismo para la incorporación política de nuevos territorios. Las Ordenanzas del Noroeste sentaron un precedente histórico que no sería roto hasta 1898: todos los territorios adquiridos por los Estados Unidos en su expansión continental serían incorporados como estados de la Unión cuando éstos cumpliesen los requisitos definidos para ello.





Esta transacción preocupó profundamente a los funcionarios del gobierno norteamericano por varias razones. Primero, ésta ponía en peligro del acceso norteamericano al río Misisipí y al puerto y la ciudad de Nueva Orleáns, amenazando así la salida al Golfo de México, y con ello al comercio del oeste norteamericano. Segundo, el control francés de Luisiana cortaba las posibilidades de expansión al Oeste. Tercero, la presencia de una potencia europea agresiva y poderosa como vecino de los Estados Unidos no era un escenario que agradaba al liderato estadounidense. En otras palabras, la adquisición de Luisiana por Napoleón amenazaba las posibilidades de expansión territorial y representaba una seria amenaza a la economía y la seguridad nacional de los Estados Unidos. Por ello no nos debe sorprender que algunos sectores políticos norteamericanos propusieran una guerra para evitar el control napoleónico sobre Luisiana. A pesar de la seriedad de este asunto, el liderato norteamericano optó por una solución diplomática. El presidente Thomas Jefferson ordenó al embajador norteamericano en Francia, Robert Livingston, comprarle Nueva Orleáns a Napoleón. Para sorpresa de Livingston, Napoleón aceptó vender toda la Luisiana porque el reinició de la guerra en Europa y el fracaso francés en Haití frenaron sus sueños de un imperio americano. En 1803, se llegó a un acuerdo por el cual los Estados Unidos adquirieron Luisiana por $15,000,000, lo que constituyó uno de los mejores negocios de bienes raíces de la historia.


La compra de Luisiana representó un problema moral y político para el Presidente Jefferson, pues éste era un defensor de una interpretación estricta de la constitución estadounidense. Jefferson pensaba que la constitución no autorizaba la adquisición de territorios, por lo que la compra de Luisiana podía ser inconstitucional. A pesar de sus reservas constitucionales, el presidente adoptó una posición pragmática y apoyó la compra de Luisiana. Para entender porque Jefferson hizo esto es necesario enfocar su visión de la política exterior y del expansionismo norteamericano. Jefferson era el más claro y ferviente defensor del expansionismo entre los fundadores de la nación norteamericana. Éste tenía un proyecto expansionista muy ambicioso que pretendía lograr de forma pacífica. Según él, los Estados Unidos tenían el deber de ser ejemplo para los pueblos oprimidos expandiendo la libertad por el mundo. De esta forma Jefferson se convirtió en uno de los creadores de la idea de que los Estados Unidos eran una nación predestinada a guiar al mundo a una nueva era por medio del abandono de la razón de estado y la aplicación de las convicciones morales a la política exterior. Esta idea de Jefferson estaba asociada a la distinción entre republicanismo y monarquía. Las monarquías respondían a los intereses de los reyes y las repúblicas como los Estados Unidos a los intereses del pueblo, por ende, las repúblicas eran pacíficas y las monarquías no. Jefferson rechazaba la idea de que las repúblicas debían de permanecer pequeñas para sobrevivir. Éste creía posible la expansión pacífica de los Estados Unidos, es decir, la transformación de la nación norteamericana en un imperio sin sacrificar la libertad y el republicanismo democrático.





Mejorar las relaciones con Gran Bretañas tras dos guerras resultó ser una tarea delicada que fue facilitada por realidades económicas: Gran Bretaña era el principal mercado de los Estados Unidos.En 1818, los británicos y norteamericanos resolvieron algunos de sus problemas a través de la negociación. Los reclamos anglo-norteamericanos sobre el territorio de Oregon era uno de ellos. Los británicos tenían una antigua relación con la región gracias a sus intereses en el comercio de pieles en la costa noroeste del Pacífico. Por su parte, los norteamericanos basaban sus reclamos en los viajes del Capitán Robert Gray (1792) y en famosa la expedición de Lewis y Clark (1804-1806). En 1818, los Estados Unidos y Gran Bretaña acordaron una ocupación conjunta de Oregon. De acuerdo a ésta, el territorio permanecería abierto por un periodo de diez años.




El fin de la era de las revoluciones atlánticas a principios de la década de 1820 generó nuevas preocupaciones en los Estados Unidos. Los líderes estadounidenses vieron con recelo los acontecimientos en Europa, donde las fuerzas más conservadoras controlaban las principales reinos e imperaba un ambiente represivo y extremadamente reaccionario. El principal temor de los norteamericanos era la posibilidad da una intervención europea para reestablecer el control español en sus excolonias americanas. A los británicos también les preocupaba tal contingencia y tantearon la posibilidad de una alianza con los Estados Unidos. La propuesta británica provocó un gran debate entre los miembros de la administración del presidente James Monroe. El Secretario de Estado John Quincy Adams desconfiaba de los británicos y temía que cualquier compromiso con éstos pudiese limitar las posibilidades de expansión norteamericana. Adams temía la posibilidad de una intervención europea en América, pero estaba seguro que de darse tal intervención Gran Bretaña se opondría de todas maneras para defender sus intereses, sobre todo, comerciales. Por ello concluía que los Estados Unidos no sacarían ningún beneficio aliándose con Gran Bretaña. Para él, la mejor opción para los Estados Unidos era mantenerse actuando solos.


Los argumentos de Adams influyeron la posición del presidente Monroe quien rechazó la alianza con los británicos. El 2 de diciembre de 1823, Monroe leyó un importante mensaje ante el Congreso. Parte del contenido de este mensaje pasaría a ser conocido como la Doctrina Monroe. En su mensaje, Monroe enfatizó la singularidad (“uniqueness”) de los Estados Unidos y definió el llamado principio de la “noncolonization,” es decir, el rechazo norteamericano a la colonización, recolonización y/o transferencia de territorios americanos. Además, Adams estableció una política de exclusión de Europa de los asuntos americanos y definió así las ideas principales de la Doctrina Monroe. Las palabras de Monroe constituyeron una declaración formal de que los Estados Unidos pretendían convertirse en el poder dominante en el hemisferio occidental.




En 1839, el periodista norteamericano John L. O’Sullivan escribió un artículo periodístico justificando la expansión territorial de los Estados Unidos. Según O’Sullivan, los Estados Unidos eran un pueblo escogido por Dios y destinado a expandirse a lo largo de América del Norte. Para O’Sullivan, la expansión no era una opción para los norteamericanos, sino un destino que éstos no podían renunciar ni evitar porque estarían rechazando la voluntad de Dios. O’Sullivan también creía que los norteamericanos tenían una misión que cumplir: extender la libertad y la democracia, y ayudar a las razas inferiores. Las ideas de O’Sullivan no eran nuevas, pero llegaron en un momento de gran agitación nacionalista y expansionista en la historia de los Estados Unidos. Éstas fueron adaptadas bajo una frase que el propio O’Sullivan acuñó, el destino manifiesto, y se convirtieron en la justificación básica del expansionismo norteamericano.







En 1821, un ciudadano norteamericano llamado Moses Austin fue autorizado por el gobierno mexicano a establecer 300 familias estadounidenses en Texas, que para esa época era un territorio mexicano. La llegada de Austin y su grupo de emigrantes marcó el origen de una colonia norteamericana en Texas. El número de norteamericanos residentes en Texas creció considerablemente hasta alcanzar un total de 20,000 en el año 1830. Las relaciones con el gobierno de México se afectaron negativamente cuando los mexicanos, preocupados por el gran número de norteamericanos residentes en Texas, buscaron reestablecer el control político del territorio. Para ello los mexicanos recurrieron a frenar la emigración de ciudadanos estadounidenses y a limitar el gobierno propio que disfrutaban los texanos (norteamericanos residentes en Texas). Todo ello llevó a los texanos a tomar acciones drásticas. En 1836, éstos se rebelaron contra el gobierno mexicano buscando su independencia. Tras una derrota inicial en la Batalla del Álamo, los texanos derrotaron a los mexicanos en la Batalla de San Jacinto y con ello lograron su independencia.


Después de derrotar a los mexicanos y declararse independientes, los texanos solicitaron se admitiera a Texas como un estado de la unión norteamericana. Este pedido provocó un gran debate en los Estados Unidos, pues no todos los norteamericanos estaban contentos con la idea de que Texas, un territorio esclavista, se convirtiera en un estado de la unión. Los sureños eran los principales defensores de la concesión de la estadidad a Texas, pues sabían que con ello aumentaría la representación de los estados esclavistas en el Congreso (la asamblea legislativa estadounidense). Los norteños se oponían a la concesión de la estadidad a Texas porque no quería fortalecer políticamente a la esclavitud dando vida a un nuevo estado esclavista. Además, algunos norteamericanos estaban temerosos de la posibilidad de un guerra innecesaria con México por causa de Texas, pues creían que el gobierno mexicano no toleraría que los Estados Unidos anexaran su antiguo territorio.




La elección de Polk como presidente de los Estados Unidos aceleró el proceso de estadidad para Texas. Éste era un ferviente creyente de la idea del destino manifiesto y de la expansión territorial. Durante su campaña presidencial, Polk se comprometió con la anexión de Texas. En 1845, Texas fue no sólo anexada, sino también incorporada como un estado de la Unión. Ello obedeció a tres razones: la necesidad de asegurar la frontera sur, evitar intervenciones extranjeras en Texas y el peligro de una movida texana a favor de Gran Bretaña. Como habían planteado los opositores a la concesión de la estadidad a Texas, México no aceptó la anexión de Texas y rompió sus relaciones diplomáticas con los Estados Unidos. Con la anexión de Texas, los Estados Unidos hicieron suyos los problemas fronterizos que existían entre los texanos y el gobierno de México, lo que eventualmente provocó una guerra con ese país. La superioridad militar de los norteamericanos sobre los mexicanos fue total. Las tropas estadounidenses llegaron inclusive a ocupar la ciudad capital del México.



En el Tratado de Guadalupe Hidalgo (1848) que puso fin a la guerra, los Estados Unidos duplicaron su territorio al adquirir los actuales estados de California, Nuevo México, Arizona, Utah, y Nevada; México perdió la mitad de su territorio; México reconoció la anexión de Texas y los Estados Unidos acordaron pagarle a México una indemnización de $15 millones. Con ello los Estados Unidos lograron expandirse del océano Atlántico hasta el océano Pacífico. La guerra aumentó del poder de los Estados Unidos, fortaleció la seguridad del país y se abrió posibilidades de comercio con Asia a través de los puertos californianos. Sin embargo, la expansión alcanzada también expuso las debilidades domésticas de los Estados Unidos, exacerbando el debate en torno a la esclavitud en los nuevos territorios, lo que endureció el problema del seccionalismo y llevó a la guerra civil. La victoria sobre México también promovió la expansión en territorios en poder de los amerindios norteamericanos lo que desembocó en las llamadas guerras indias y en la reubicación forzosa de miles de nativos americanos.










Para comienzos de la década de 1840, Hawai se había convertido en una de las paradas más importantes para los barcos norteamericanos en un ruta a China. Esto generó el interés de ciertos sectores de la sociedad norteamericana. Los primeros norteamericanos en establecerse en las islas fueron comerciantes y misioneros. A éstos le siguieron inversionistas interesados en la producción de azúcar. Antes de 1890 el principal objetivo norteameamericano no era la anexión de Hawai, sino prevenir que otra potencia controlara el archipiélago. La actitud norteamericana hacia Hawai cambió gracias a la labor misionera, la creciente importancia de la producción azucarera como consecuencia de la reciprocidad comercial con los Estados Unidos y la importancia estratégica de las islas. El crecimiento de la población no hawaiana (norteamericanos, japoneses y chinos) despertó la preocupación de los locales, quienes se sentían invadidos y temerosos de perder el control de su país ante la creciente influencia de los extranjeros. La muerte en 1891 del rey Kalakaua y el ascenso al trono de su hermana Liliuokalani provocó una fuerte reacción de parte de la comunidad norteamericana en la islas, pues la reina era una líder nacionalista que quería reafirmar la soberanía hawaiana. Los azucareros y misioneros norteamericanos la destronan en 1893 y solicitaron la anexión a los Estados Unidos. Contrario a los esperado por los norteamericanos residentes en Hawai, la estadidad no les fue concedida. Además, el Presidente Grover Cleveland encargó a James Blount investigar lo ocurrido en Hawai. Blount viajó a las islas y redactó un informa muy criticó de las acciones de los norteamericanos en Hawai, concluyendo que a mayoría de los hawaianos favorecían a la monarquía. Cleveland era un anti-imperialista convencido por lo que el informe de Blount lo colocó en un gran dilema: ¿restaurar por la fuerza a la reina o anexar Hawai? Lo controversial de ambas posibles acciones llevó a Cleveland a no hacer nada.





La expansión de finales del siglo XIX difería del expansionismo de años anteriores por varias razones. Primero, los territorios adquiridos no sólo no eran contiguos, sino que algunos de ellos estaban ubicados muy lejos de los Estados Unidos. Segundo, estos territorios tenían una gran concentración poblacional. Por ejemplo, a la llegada de los norteamericanos a Puerto Rico la isla tenía casi un millón de habitantes. Tercero, los territorios estaban habitados por pueblos no blancos con culturas, idiomas y religiones muy diferentes a los Estados Unidos. En las Filipinas los norteamericanos encontraron católicos, musulmanes y cazadores de cabezas. Cuarto, los territorios estaban ubicados en zonas peligrosas o estratégicamente complicadas. Las Filipinas estaban rodeadas de colonias europeas y demasiado cerca de una potencia emergente y agresiva: Japón. Quinto, algunos de esos territorios resistieron violentamente la dominación norteamericana. Los filipinos no aceptaron pacíficamente el dominio norteamericano y se rebelaron. Pacificar las Filipinas les costó a los norteamericanos miles de vidas y millones de dólares. Sexto, contrario a lo que había sido la tradición norteamericana, los nuevos territorios no fueron incorporados, sino que fueron convertidos en colonias de los Estados Unidos. Todos estos factores explican porque algunos historiadores ven en las acciones norteamericanas de finales del siglo XIX un rompimiento con el pasado expansionistas de los Estados Unidos. Sin embargo, para otros historiadores –incluyendo quien escribe– la expansión de 1898 fue un episodio más de un proceso crecimiento imperialista iniciado a fines del siglo XVIII.





Los factores militares y estratégicos también han jugado un papel de importancia en la explicación del comportamiento imperialista de los norteamericanos. Según algunos historiadores, la necesidad de bases navales para la creciente marina de guerra de los Estados Unidos fue otra causa del expansionismo extra-continental. Éstos apuntan a la figura del Capitán Alfred T. Mahan como una fuerza influyente en el desarrollo del expansionismo extra-continental . En 1890, Mahan publicó un libro titulado The Influence of Sea Power upon History que influyó considerablemente a toda una generación de líderes norteamericanos. En su libro Mahan proponía la construcción de una marina de guerra poderosa que fuera capaz de promover y defender los intereses estratégicos y comerciales de los Estados Unidos. Según Mahan, el crecimiento de la Marina debía estar acompañado de la adquisición de colonias para la construcción de bases navales y carboneras.





En 1898, los Estados Unidos y España pelearon una corta, pero muy importante guerra. La principal causa de la llamada guerra hispanoamericana fue la isla de Cuba. Para finales del siglo XIX, el otrora poderoso imperio español estaba compuesto por las Filipinas, Cuba y Puerto Rico. De éstas la más importante era, sin lugar a dudas, Cuba porque esta isla era la principal productora de azúcar del mundo. La riqueza de Cuba era fundamental para el gobierno español, de ahí que los españoles mantuvieron un estricto control sobre la isla. Sin embargo, este control no pudo evitar el desarrollo de un fuerte sentimiento nacionalista entre los cubanos. Hartos del colonialismo español, en 1895 los cubanos se rebelaron provocando una sangrienta guerra de independencia. Al comienzo de este conflicto el gobierno norteamericano buscó mantenerse neutral, pero el interés histórico en la isla, el desarrollo de la guerra, las inversiones norteamericanas en la isla (unos $50 millones) y la cercanía de Cuba (a sólo 90 millas de la Florida) hicieron imposible que los norteamericanos no intervinieran buscando acabar con la guerra. La situación se agravó cuando el 15 de febrero de 1898 un barco de guerra norteamericano, el USS Maine, anclado en la bahía de la Habana, explotó matando a 266 marinos. La destrucción del Maine generó un gran sentimiento anti-español en los Estados Unidos que obligó al gobierno norteamericano a declararle la guerra a España.


La guerra fue una conflicto corto que los Estados Unidos ganaron con mucha facilidad gracias a su enorme superioridad militar y económica. En el Tratado de París que puso fin a la guerra hispanoamericana, España renunció a Cuba, le cedió Puerto Rico a los norteamericanos como compensación por el costo de la guerra y entregó las Filipinas a los Estados Unidos a cambio $20,000,000. A pesar de lo corto de su duración, esta guerra tuvo consecuencias muy importantes. Primero, la guerra marcó la transformación de los Estados Unidos en una potencia mundial. El poderío que demostraron los norteamericanos al derrotar fácilmente a España dio a entender al resto del mundo que la nación norteamericana se había convertido en un país poderoso al que había que tomar en cuenta y respetar. Segundo, gracias a la guerra los Estados Unidos se convirtieron en una nación con colonias en Asia y el Caribe lo que cambió su situación geopolítica y estratégica. Tercero, la guerra cambió la historia de varios países: España se vio debilitada y en medio de una crisis; Cuba ganó su independencia, pero permaneció bajo la influencia y el control indirecto de los Estados Unidos; las Filipinas no sólo vieron desaparecer la oportunidad de independencia, sino que también fueron controladas por los norteamericanos por medio de una controversial guerra; Puerto Rico pasó a ser una colonia de los Estados Unidos.



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