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ME: Cuba: Lo esencial de lo que dijo el Presidente del Consejo de Estado de la República de Cuba Fid

  • xFidel Castro.
  • 13 ene 2017
  • 54 Min. de lectura









Todo cambió con el triunfo revolucionario del Primero de Enero de 1959. Los primeros en iniciar las salidas ilegales del país fueron los asesinos, esbirros, torturadores, malversadores y ladrones de la derrocada tiranía de Batista, que allí encontraron lujoso refugio. Desde entonces, el ingreso sin obstáculo alguno a Estados Unidos de toda persona que saliera ilegalmente de Cuba con cualquier pretexto se convirtió en norma. Tan pronto se hizo claro que en Cuba había tenido lugar una verdadera revolución y las primeras leyes revolucionarias fueron proclamadas, se inició el éxodo masivo de los sectores de la alta burguesía. Las mansiones del Vedado, Miramar, Tarará y otros barrios lujosos de la capital abandonadas por ellos, fueron ocupadas por el Estado revolucionario. Decenas de miles de jóvenes campesinas procedentes de las áreas rurales del país y, después de la campaña de alfabetización en 1961, cientos de miles de estudiantes becados de humilde procedencia pasaron a lo largo de los primeros diez años de la Revolución por esas residencias convertidas en albergues, gracias a lo cual la educación se masificó también para los hijos de todas las familias del país, hasta que la Revolución pudo construir miles de instalaciones escolares nuevas para estudiantes internos y seminternos, escuelas especiales y círculos infantiles.



La Revolución nunca impidió las salidas legales del país hacia Estados Unidos o cualquier otro lugar del mundo. Los gobiernos de Estados Unidos, por su parte, siempre estimularon las salidas ilegales. La visa dejó de ser un trámite necesario para ser recibido en Estados Unidos, sin excepción alguna, sin importar siquiera los antecedentes penales, o cualquier hecho delictivo que hubiese cometido; jamás uno solo fue devuelto al país. Bastaba la afirmación de que estaban contra la Revolución o contra el socialismo, el comunismo, o que eran perseguidos políticos. La categoría de emigrante también desapareció del vocabulario para los ciudadanos de nuestra patria. Todo cubano residente en cualquier país del mundo desde entonces fue calificado de exiliado. Extraño ejemplo de exiliados y perseguidos políticos que apenas sin excepción viajan a Cuba cuantas veces lo desean. De tal modo se utilizó e incluso se abusó de las facilidades para salir legalmente de Cuba en los primeros años de la Revolución, que incluso más de 14 mil niños cubanos fueron virtualmente secuestrados por Estados Unidos cuando grupos contrarrevolucionarios, organizados desde los primeros instantes por los órganos de inteligencia de ese país, divulgaron, mediante la edición y distribución clandestina de falsos proyectos de ley, la falsa, infame y criminal noticia de que la patria potestad sería suprimida, sembrando el pánico en numerosas familias de capas medias que, atemorizadas, enviaron a sus hijos de forma oculta y sin visa alguna en las mismas líneas aéreas legales y normales que volaban directamente a Estados Unidos, donde los niños separados de sus padres eran esperados para ser ingresados en orfanatos, e incluso centros de reclusión de menores. Es imprescindible recordar estos hechos.





A pesar de que no existían siquiera relaciones diplomáticas ni oficinas de intereses, se realizaron negociaciones entre ambos países y se logró el 6 de diciembre de ese año un memorando de acuerdo que estableció un puente aéreo desde Varadero hacia Estados Unidos, que se mantuvo funcionando desde enero de 1966 hasta abril de 1973. Todos los que manifestaron su deseo de emigrar, con excepción de algunas personas calificadas consideradas indispensables, mientras se preparaban sus sustitutos, y los ciudadanos que prestaban servicios en las Fuerzas Armadas y en las instituciones de orden interior, o lo hubiesen prestado en fecha reciente, fueron autorizados a hacerlo. De forma ordenada y segura, alrededor de 260 mil personas en total pudieron satisfacer sus deseos de emigrar hacia Estados Unidos y decenas de miles de familias pudieron reunificarse.


A pesar de esto, Estados Unidos mantuvo un fuerte estímulo a las salidas ilegales, que continuaron produciéndose, ya que los que viajaban por el puente aéreo requerían visa y no todos la recibían. Las autoridades norteamericanas seleccionaban y procuraban extraer del país, cuanto fuese posible, médicos, enfermeras, profesores, maestros y otros profesionales universitarios o técnicos de nivel medio, los cuales percibirían allí los salarios correspondientes a esas calificaciones, en el país más desarrollado y rico del mundo, incomparablemente mayores que los de una neocolonia recién independizada y a la vez subdesarrollada, pobre y rigurosamente bloqueada por el poderoso país con el cual mantenía desde principios de siglo los más importantes vínculos económicos, financieros y comerciales. Pero el país resistió a pie firme aquel saqueo de personal calificado, y mediante un colosal esfuerzo educativo se dio a la tarea de formar y multiplicar muchas veces el que le fuera arrebatado.

















Con relación a la cuota de hasta 20 mil, en el primer año de vigencia, 1985, sólo concedieron 1.227 visas para emigrar legalmente. Durante los años 1986 y 1987 no hubo salida alguna. El acuerdo había quedado suspendido como consecuencia de la reacción que produjo en Cuba una medida innecesaria y sumamente hostil por parte de la administración Reagan: la creación de una emisora oficial subversiva a la que de forma deliberadamente hiriente y ultrajante pusieron el nombre de José Martí, apóstol de nuestra independencia y el más profundo pensador político de nuestra América que, profeta y visionario, fue el primero en denunciar la política expansionista de Estados Unidos en este hemisferio, a costa de los pueblos latinos. Después de la suspensión, de nuevo se produjeron intercambios y negociaciones entre representantes de ambos países. No quisimos que la provocación diera lugar a la suspensión definitiva de un acuerdo que, de cumplirse rigurosamente, podía resolver el problema migratorio. Se puso en vigor nuevamente el último año de la administración Reagan.





La única de las tres categorías acordadas que se cumplió en un nivel más alto, al ponerse de nuevo en vigor el acuerdo, fue la de los contrarrevolucionarios que habían sido sancionados a penas de prisión y sus familiares. Esta se cumplió al 71,71 por ciento durante los ocho años en que se aplicó el acuerdo, mientras la cuota de 20 mil por año para ciudadanos que deseasen emigrar a Estados Unidos se cumplió al 7,01 por ciento. Y en cuanto al compromiso de conceder por encima de 20 mil una cantidad adicional de "visas de inmigrantes a residentes en Cuba que sean padres, cónyuges e hijos solteros menores de 21 años de ciudadanos norteamericanos, sin que las mismas estén comprendidas en el número anual de inmigrantes señalado anteriormente", como se puede deducir de las cifras mencionadas, se cumplió al cero por ciento.




Estados Unidos incumplió los acuerdos de forma espectacular, se burló inescrupulosamente de los compromisos contraídos, y nuestro país fue humillantemente engañado. Cuba por su parte, cumplió al pie de la letra sus obligaciones en el acuerdo, facilitó las salidas y jamás dejó de recibir una sola de las personas comprendidas en la lista de excluibles, que fueron enviadas de regreso a Cuba. Por otro lado, a pesar de la solemne promesa de la administración norteamericana, contenida en el acuerdo, al expresar su disposición de poner en práctica "con la cooperación de las autoridades cubanas todas las medidas necesarias para asegurar que los ciudadanos cubanos residentes en Cuba que deseen emigrar a Estados Unidos y califiquen conforme a las leyes norteamericanas para recibir visas de inmigrante puedan ingresar a Estados Unidos haciendo el máximo aprovechamiento del número de hasta 20 mil inmigrantes anuales", la Ley de Ajuste Cubano, estímulo fundamental de las salidas ilegales, se mantuvo plenamente vigente.










Con anterioridad se habían dado instrucciones precisas de no hacer uso de las armas en ninguna circunstancia para impedir tales salidas. Nuestro país no tenía la obligación de cuidar las costas de Estados Unidos. Cesó finalmente por parte de Cuba, que siempre autorizó la emigración legal, el papel de asumir ella sola todo el esfuerzo y la responsabilidad de luchar contra las salidas ilegales, mientras desde el país hacia donde se dirigían se estimulaban cada vez con más fuerza tales salidas. Nuestras autoridades se limitaron a persuadir a los que intentaban hacerlo con medios inadecuados; observar de cerca con lanchas patrulleras a los que de una forma u otra lo intentaban y auxiliarlos en caso necesario mientras se aproximaban a los numerosos guardacostas norteamericanos que los esperaban en las proximidades del límite de las doce millas de nuestras aguas jurisdiccionales. En tales circunstancias, no había otra alternativa. Así se desató la tercera crisis migratoria.


De nuevo se establecieron comunicaciones entre los gobiernos de ambos países por diversas vías. Cuba en ninguna ocasión se negó a la búsqueda de una verdadera solución. A través de intensas negociaciones entre delegaciones de Estados Unidos y Cuba que tuvieron lugar en Nueva York y la cooperación de amigos comunes de Estados Unidos y de Cuba, se arribó a determinadas fórmulas que aunque no se vincularan al cese de la guerra económica contra nuestro país —un factor fundamental que compulsa la emigración ilegal— incluían de nuevo, esta vez al parecer seriamente, medidas como la concesión de no menos de 20 mil visas cada año para emigrar de forma legal y segura hacia Estados Unidos, y en esta ocasión el compromiso de la intercepción en el mar por el servicio de guardacostas de Estados Unidos, más allá de las aguas jurisdiccionales de Cuba, de los que intentasen hacerlo de forma ilegal hacia ese país y su devolución a Cuba, con el compromiso nuestro de que serían reubicados en su lugar de residencia con garantía de que no se aplicaría sanción alguna por salida ilegal del país. Así se ha hecho sin excepción alguna con todas las personas devueltas.










Pero una vez más, a lo largo de la historia de la Revolución durante más de 40 años, se demuestra que el obstáculo fundamental para la lucha contra la emigración ilegal radica en la absoluta tolerancia y la concesión de excepcionales privilegios a los ciudadanos cubanos que arriban ilegalmente a Estados Unidos. Los que hacen precisamente eso, son aquellos a quienes las autoridades norteamericanas no consideran calificados para recibir visas. Aun admitiendo que un por ciento de ellos no fuesen suficientemente pacientes para esperar, y que otros simplemente se dejan arrastrar por el espíritu aventurero y sueñan con las delicias de las sociedades de consumo que ven en películas, seriales y en los anuncios comerciales de revistas y periódicos, muchos de los que emigran ilegalmente son personas indisciplinadas y que rehúyen el trabajo, o elementos marginales, de conducta antisocial, predelincuentes o delincuentes con antecedentes penales, a los cuales la Oficina de Intereses jamás concedería visa.














Las demás estaciones subversivas de Miami también le dieron gran realce a la noticia. Nos limitaremos sólo a señalar lo que trasmitió la radio subversiva oficial de Estados Unidos el 29 de abril: "Los 34 indocumentados que según la patrulla fronteriza de Estados Unidos llegaron a la Florida en las últimas 24 horas figuran entre los que se beneficiarán de un nuevo aflojamiento de la Ley de Ajuste Cubano, que ahora concede derecho inmediato a trabajar. El Servicio de Inmigración informó en Washington que no ha cambiado su política migratoria hacia los cubanos que llegan ilegalmente a Estados Unidos, sino que aclaró una ley para permitirles que logren residencia permanente y permisos de trabajo. Los cubanos, junto con sus esposas e hijos que han llegado de lugares no designados como puertos de entrada a Estados Unidos, son elegibles mediante parole, es decir, libertad bajo palabra, y luego pueden regularizar su situación en Estados Unidos. El vocero del Servicio de Inmigración declaró que: 'es una clarificación que se puso en marcha inmediatamente y ayudó mucho a los cubanos que llegan a las playas, aeropuertos o puertos de mar'. Las nuevas instrucciones del Servicio de Inmigración indican también que un cubano que se encuentre en Estados Unidos, sin haber sido admitido legalmente, debe presentarse a un oficial del Servicio de Inmigración para recibir el parole y un año después obtendrá también la residencia permanente".


















































































































































































La dirección de la Fundación ha estado compuesta en su casi totalidad por elementos vinculados de alguna manera a la tiranía batistiana o afectados significativamente por las leyes revolucionarias. En estos momentos, a modo de ejemplo, después de la muerte de Mas Canosa, pueden mencionarse los siguientes casos: Francisco José Hernández, que fue hasta hace unos días presidente de la Fundación hasta que fue sustituido por Jorge Mas Santos, es hijo del teniente coronel Francisco Hernández Leyva, juzgado en 1959 en Santa Clara por crímenes de guerra durante la dictadura batistiana y sancionado a la pena capital; Roberto Martín Pérez, miembro del Comité Ejecutivo y jefe del Grupo Paramilitar de la Fundación, es hijo del connotado esbirro batistiano Lutgardo Martín Pérez, que pudo fugarse hacia Estados Unidos; Ninoska Pérez Castellón, directiva y vocera de la Fundación, es hija del teniente coronel Francisco Pérez González, segundo jefe de la sanguinaria Sección Radiomotorizada de la Policía batistiana en La Habana, que también salió del país hacia Estados Unidos; Jorge Fowler, abogado de la Fundación, hijo del hacendado del mismo nombre dueño de 1.900 caballerías de tierra en Cuba y del central "Narcisa".










No hacen falta muchos más datos para perfilar el personaje que presidía la Fundación. Agente activo al servicio de la CIA en los meses que precedieron la invasión mercenaria de Girón, derrotado el artero ataque ingresó, junto a Posada Carriles, en el Ejército de Estados Unidos para participar en una invasión militar contra Cuba, que no habría podido vencer jamás a la Revolución, pero habría costado cientos de miles de vidas a nuestro pueblo. Frustrados los planes de invasión militar, ya decididos por el gobierno de Estados Unidos desde los primeros meses de 1962, por las medidas oportunas adoptadas, las cuales dieron lugar a la Crisis de Octubre de ese año, que puso al mundo al borde de una guerra nuclear, y de la cual se derivaron compromisos que, aunque no constituían una garantía total para Cuba, frustraron y dilataron por tiempo indefinido una agresión militar directa contra nuestro país, ambos personajes abandonaron el Ejército de Estados Unidos. Pero no se separaron jamás, ambos permanecieron como agentes de la CIA y ambos desempeñaron tareas diferentes pero dentro de un mismo plan estratégico del imperialismo, lo cual de cierta forma refieren con bastante agudeza los periodistas Ann Louise Bardach y Larry Rother en el artículo mencionado del New York Times.
















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