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Opinión-Venezuela: Almagro don’t cry for me Venezuela

  • xLic. Jorge Dávila Miguel* (Miami).
  • 6 abr 2017
  • 4 Min. de lectura

OPINION-VENEZUELA… ARGOSIS: MARZO 31 DE 2017…

xLic. Jorge Dávila Miguel* (Miami). El Nuevo Herald. Miami, Fl., EE.UU. Colaborador. ArgosIs-Internacional…

“¿Para qué tenemos a la OEA?”, declaró el senador Marco Rubio este martes a la cadena Fox cuando supo que Luis Almagro, secretario general del foro, no había logrado reunir tropas suficientes para eventualmente expulsar a Venezuela. Lo simpático es que Rubio coincide con el presidente Nicolás Maduro, quien al siguiente día también se preguntaba frente a sus ministros: “¿Tiene sentido la existencia de la OEA?”

Fundada en Bogotá, en 1948, nada más y nada menos que liderada por el general George C. Marshall, bajo el compromiso de “combatir el comunismo en el continente”, la OEA expulsó a Cuba en el año 1962 aunque en el 2009 la readmitió. Pero La Habana no ha querido regresar porque se pregunta lo mismo: ¿Para qué sirve, o a quién sirve la OEA? Y ya tenemos un trío raro: Cuba, Maduro y Rubio con igual opinión.

El actual secretario Luis Almagro, mal catalogado como guerrillero tupamaro[i] en el pasado, quiere exiliar a Venezuela del foro interamericano y sus razones tendrá, pero la más publicitada es que Caracas no cumple ya con la democracia. Le quiere aplicar la Carta Democrática Interamericana, que permite la expulsión. El otro único país suspendido, además de Cuba en el 62, fue Honduras tras el golpe militar del 2009 contra Manuel Zelaya. Golpe aceptado, e incluso apoyado por Estados Unidos y especialmente por la entonces secretaria de Estado Hillary Clinton[ii].

La OEA es el autotitulado foro defensor de la democracia y los derechos humanos en el continente.

Pero entre 1962 y el 2009 sucedieron muchas cosas feas en el Cono Sur. Y lo sorprendente es que ninguna dictadura militar desde los 50 hasta los ochenta fue lo suficiente terrible para que la OEA la expulsara o al menos públicamente la condenara. Ni el Paraguay de Stroessner, ni el Chile de Pinochet, ni la Dictadura Cívico Militar uruguaya, ni la Argentina de Videla en el 76, por mencionar algunas. Todas fueron digeridas sin una gota de dispepsia tanto por Washington como por la Organización de Estados Americanos.

Y es cierto que a partir los años 90 la OEA comienza un proceso de aggiornamento, de ponerse al día; por eso seguramente condenó el golpe contra Zelaya, que la Casa Blanca no había siquiera denunciado. Y también es cierto que la situación de Venezuela es difícil, tensa, triste, caótica, preocupante e inminente; con terribles decisiones y expresiones presidenciales que tienen que ver poco con Simón Bolívar y menos con Andrés Bello.

Pero eso no debiera opacar dos realidades: la primera ––y tal vez un nudo gordiano en sí, ya que el gobierno de Maduro bloquea todo lo que hace la Asamblea y todo lo que hace la Asamblea es para derrocar a Maduro–– es que, nos guste o no, el gobierno venezolano y la Asamblea Nacional fueron electos democráticamente y que solamente otras elecciones debieran poder cambiarlos a los dos.

Y segunda es que la OEA, a pesar del aggiornamento, tal vez siga siendo un complaciente brazo diplomático de la política norteamericana (aunque haya políticos que como Marco Rubio prefieren directamente torcer brazos). Y es que, si la miramos con ternura, ese foro interamericano se encuentra en una crisis de identidad posiblemente insuperable. Se debate entre su naturaleza inicial de constituir una oficina proconsular estadounidense y la actual voluntad de muchos países miembros que no quieren comprarse lo que interpretan como una bronca personal de Almagro con Maduro.

Por eso tal vez el senador Rubio se preguntó “para qué tenemos la OEA”. Y por eso tal vez también antes de la reunión del martes en Washington DC, amenazó públicamente a Haití, República Dominicana y El Salvador con cortarles ayudas económicas si no votaban a favor de la posición de Almagro. Pero ninguno de los tres países se asustó. Se limpiaron con la amenaza. Y no era para menos. Una intimidación pública de un senador de los Estados Unidos de América a tres países miembros de la OEA, democráticos y soberanos, de que si no votaban como quería ¿Washington?, no les daban más dinero. Y eso, ¿no es intrínsecamente vergonzoso? Y Luis Almagro, secretario general, defensor de los estados americanos, paladín de la dignidad, ¿protestará por ese insulto? ¿Se atreverá a hacerlo, al menos en privado, con su amigo Marco Rubio?

Un susurrito, Luis, un susurrito, aunque sea para salvar cara.

*Comentarista político y columnista de CNN en Español.

[i] Nunca fue un guerrillero. Perteneció al Frente Blanco de centro-derecha uruguayo hasta que Luis Mujica, militante tupamaro devenido presidente, lo acogió en su gobierno y su partido, catapultándolo en su carrera política, incluso hasta su actual cargo. [ii] https://www.washingtonpost.com/blogs/post-partisan/wp/2016/04/19/hillary-clintons-dodgy-answers-on-honduras-coup/?utm_term=.1a1822cd3b35 http://america.aljazeera.com/opinions/2014/9/hillary-clinton-honduraslatinamericaforeignpolicy.html Fuente: http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/opin-col-blogs/opinion-sobre-venezuela/article141716469.html

*Jorge Dávila Miguel es comentarista de CNN en Español y columnista en el Nuevo Herald… Es comentarista político de CNN en Español… Colaborador de la Agencia de Información ‘ArgosIs-Internacional’ en la Red… Twitter: http://@jorgedavilaCNNE … jdavilamiguel@gmail.com **Este Artículo, Declaración, Documento, Etc., escrito por nuestros COLABORADORES, necesariamente no tiene que reflejar en su totalidad nuestra Línea Editorial… Nuestro propósito es establecer el vehículo de información que les permita a los demás formarse su propio criterio, especialmente en los acontecimientos políticos, económicos, etc., que inciden, directa y/o indirectamente, en cada uno de nosotros… "La educación y la instrucción no consisten en rellenar la mente de ideas ajenas, sino en estimularla para que produzca sus propias ideas"… Ahora les corresponde a ustedes hacer sus propias conclusiones…

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