Cuba: ¡Buenos días, Maestro!
- xRey Báez*
- 18 may 2019
- 5 Min. de lectura

CUBA… ARGOSIS: MAYO 8 DE 2019…
xRey Báez*
Editor
ArgosIs-Provincia La Habana Cuba
El 19 de Mayo de 1895, tuvo lugar un combate entre las tropas mambisas al mando del Generalísimo Máximo Gómez y una columna española comandada por el Coronel Ximenes de Sandoval, en la zona de Dos Ríos, provincia de Oriente.
El combate hubiese resultado totalmente intrascendente, los mambises solo tuvieron un muerto y seis heridos, mientras que del lado español murieron 5 soldados y fueron seis los heridos.
Pero el caído del lado cubano resultó ser el máximo jefe de la gesta independentista cubana, el Mayor General José Martí y Pérez.
De tanto ver cine, a veces nos acostumbramos a creernos la Historia al estilo de las películas de aventuras: al “malísimo¨ lo matan en una tremenda batalla decisiva y el gran héroe caído muere en desigual y terrible combate, cuando intenta salvar a los suyos del desastre.
La vida, en cambio, la mayoría de las veces se muestra muy lejana del arte manipulador de emociones.
Por el resto de sus días, Máximo Gómez lamentó el poco tacto e improvisación al ordenarle a Martí que se retirase y esperara en la retaguardia el desenlace del combate, que no se iba desarrollando como Gómez deseaba.
El Jefe de la Revolución no podía obedecer aquella orden, dada delante de los soldados que pocas horas antes, en el campamento, habían escuchado su encendida arenga, llamándolos al combate y al sacrificio. Mucho más, cuando sus verdaderos deseos, expresados a Gómez y Maceo, eran de participar al menos en dos combates antes de regresar a los Estados Unidos y continuar desde allí organizando expediciones a Cuba con hombres y armas.
Cuando Gómez inicia un nuevo movimiento de su caballería y se aleja, el Apóstol le ordena a Ángel de La Guardia que lo siguiera e intenta cargar, revólver en mano, en dirección al enemigo, cuya infantería, oculta en la hierba de guinea, lo aniquila.
¿Cuál hubiese sido el desenlace de la Guerra de 1895, organizada por Martí y el Partido Revolucionario Cubano si el Maestro no hubiese caído en combate?
Es imposible aventurarse a responder. Tal vez la tremenda capacidad política de Martí hubiese conseguido, con una certera dirección de la Revolución, que en poco tiempo la guerra se hubiese comportado de manera tan desfavorable para España, que esta se hubiese visto obligada a negociar la Independencia y con ello, “evitar a tiempo” una intervención yanqui.
También es muy probable que la presencia de Martí hubiese evitado disparates como aquella especie de reunión del gobierno que obligó a Maceo a trasladarse desde Pinar del Río hasta los campos habaneros y que produjo su caída en el combate de San Pedro. Y con Martí, Maceo y Gómez vivos y unidos, sin duda otra hubiese sido la Historia de Cuba.
Pero no es inteligente hacerse demasiadas ilusiones.
Demasiado joven aún era el sentimiento de nación de los cubanos, demasiado inexpertos en política, demasiado confiados del Imperio del Norte y como siempre, no hubiesen faltado apóstatas y traidores, como no faltaron cuando Bolívar.
Posiblemente, de un modo u otro, el naciente Imperialismo yanqui hubiese logrado clavar sus garras en Cuba.
Terminada la guerra y tras el nacimiento de la República de 1902, pocos en Cuba conocían de Martí. No es de extrañar: como sabemos, el colonialismo español lo obligó al exilio y desde allí se dedicó a organizar la Revolución.
Solo en las primeras décadas del siglo XX fue que los cubanos, en especial intelectuales y revolucionarios, descubrieron la singular grandeza del Apóstol de la Independencia.
Fue no solo uno de los más notables hombres de su tiempo en todo el mundo, extraordinario escritor, profesor, poeta y revolucionario, sino que en realidad, en tanto ser vivo que fue, constituye el símbolo más grande de la Nación Cubana. Por tanto, Martí es himno, bandera, escudo y Maestro indiscutible de una nación de la cual fue su forjador más insigne.
Ningún cubano penetró tan hondo al sintetizar valores éticos y humanistas con los rasgos de la cubanidad, ningún cubano trazó horizontes y metas para mucho tiempo por delante. Siempre digo que Martí es un Espíritu de Luz, porque nos inunda desde el fondo de lo que constituye ser cubano.
Martí estuvo en espíritu junto a su amigo Baliño y a Mella en la fundación del primer Partido Comunista cubano, estuvo junto a Rubén en la lucha anti-machadista y junto a Guiteras, pero también miraba por encima del hombro cuando Carpentier o Lezama escribían, sugiriéndoles pasajes, o discutía con Wilfredo Lam sobre ¨La Jungla¨.
Y acompañó a la patria de sus padres a los internacionalistas cubanos que fueron a combatir a la Guerra en España, tras la asonada fascista.
Pistola en mano, entró combatiendo junto a los muchachos del Directorio al Palacio Presidencial y junto con ellos, llegó al mismísimo despacho del tirano Batista. Pero también cuentan que por esos días no era raro verlo junto a Dulce María Loynaz, hablando de Poesía.
Estuvo en el Moncada, al lado del jefe de la acción, sobre todo cuando este quedó solo dentro de la fortaleza, tras ordenar a sus compañeros que utilizaran su auto para evacuar a los heridos y fue él quien le dijo al oído a uno de los asaltantes que regresara en otro auto a recoger a Fidel.
Desde la comandancia de La Plata aconsejaba a Fidel, al Ché y a Raúl y el aciago día en que asesinaron a Frank País en una calle santiaguera, fue la sombra misteriosa que se inclinó para bendecir la sangre derramada.
Entró encima de un tanque, junto a Camilo hasta Columbia, su firma invisible aparece también en la Ley de Reforma Agraria y fue el Primer Profesor de los alfabetizadores en 1961.
Acompañó a Raúl Roa aquella memorable sesión de la ONU cuando este denunciaba los criminales bombardeos yanquis a los aeropuertos cubanos y pocas horas después, acompañó a Fidel al puesto de Mando del Central Australia, para explicarle lo que hubiesen hecho en aquellas circunstancias sus amigos Gómez y Maceo.
Dio clases en las Escuelas en el Campo, navegó en el buque “Playa Girón” con los muchachos de la Columna Juvenil del Mar, mientras le susurraba poemas al oído a Silvio Rodríguez.
Construyó escuelas, fábricas y hospitales, nos visitó a los científicos y lo sigue haciendo, estuvo con los MIG 23 en Calueque, en la Angola de 1988, cuando aquel bombardeo que puso patas arriba a los tanques sudafricanos.
Los médicos cubanos que estuvieron en los Himalaya lo vieron junto a ellos, leyéndoles ¨La Edad de Oro” a los niños pakistaníes huérfanos por el terremoto y luego marchaba delante, cuando otros doctores cubanos entraban en las humildísimas cabañas de los enfermos por el ébola en África.
Y un poeta y músico cubano lo vio, junto a Camilo, llevando de las riendas un caballo para su discípulo, el Comandante, rumbo a la inmortalidad.
Por eso, porque estás vivo, ¡Buenos días, Maestro!
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