Con René Portocarrero y Raúl Milián en la habitación del Hospital ‘Fajardo’, de La Habana, Cuba, el
- xMarcos Jesús Concepción Albalat*.
- 22 jul 2019
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CRONICAS… ARGOSIS: MARZO 28 DE 2011…
xMarcos Jesús Concepción Albalat*.
ArgosIs-Internacional.
Hasta la fecha he tenido el atrevimiento de escribir varias crónicas y les puedo asegurar que ésta será una de las más difíciles. Explicar la estrecha relación que mantuve por años con dos gigantes de las Artes Plásticas en Cuba es algo riesgoso.
René Portocarrero y Raúl Milián, fueron mis amigos. Me siento extremadamente orgulloso de poder decir que fui amigo de los dos y honrado con su amistad.
Portocarrero y Milián integran ese poderoso pentagrama cultural que es la Nación cubana. Físicamente ya no están entre nosotros y casi aseguro estas fueron sus últimas fotos, tomadas ya muy enfermos en una habitación del Hospital ‘Fajardo’, de La Habana, Cuba, el 11 de Abril de 1983. Milián falleció en 1984 y un año después, Portocarrero.
René Portocarrero vivió abiertamente en relación de pareja con Raúl Milián, durante décadas.
¿Quién fue Raúl Milián?
Nació en La Habana, Cuba en 1914. Pintor autodidacta, participó en más de un centenar de exposiciones nacionales e internacionales. Sus cuadros figuran en diversas colecciones privadas de Cuba y el extranjero y en las colecciones permanentes de los siguientes museos: Museo Nacional de Bellas Artes, La Habana; Museo de Arte Moderno, Sao Paulo; Museo de Arte Moderno, Rio de Janeiro; Museo de Bellas Artes, Buenos Aires; Museo de Arte Moderno, Nueva York; Galería Nacional de Canadá, Ottawa; Milwaukee Art Center; Unión Panamericana, Washington; Museum of fine Arts, Houston; Art Museum, Indianapolis.
Su obra se caracteriza por la abstracción y un tenue expresionismo figurativo. Trabajó con tintas de colores, con las cuales logró misteriosas cualidades caligráficas, excluyendo de su obra el óleo. Dentro de su temática podemos contemplar, flores, figuras y horizontes.
Mantener una conversación con Milián para mí no era muy fácil. En jarana lo llamaba el filósofo Milián. Portocarrero se reía mucho de la forma tan provinciana en que yo me dirigía a él.
Portocarrero y Milián distaban mucho entre sí, uno más campechano y alegre y el otro más serio y conservador, si es así como pudiera compararlos. Y algo que me llamaba la atención era el respeto, el amor y la admiración que mutuamente se profesaban.
Milián era una persona refinada. Sus gestos, su forma de dirigirse a mí, me hacían sentir una persona muy importante. No importaba lo que en ese momento yo le expresara. Cuando los visité por última vez en la habitación del hospital habanero Fajardo, Milián me obsequió una de sus obras con esta nota que reproduzco a continuación:
‘En esta obra he tratado de superar una especie de infierno interior, pero me parece que no lo he logrado y el infierno se hace manifiesto. De todos modos creo que esta obra carece de importancia. He trabajado como el cazador que mata leones para no matarse a sí mismo. “El valor estético de una obra de arte no depende del sentimiento que nos suscita”…. Así dijo Hegel.
‘Lo mismo la alegría que la tristeza, la dicha o el quebranto, el valor estético es siempre positivo. El arte, aunque exprese lo más trágico, es una afirmación de la vida…’
Raúl Milián
La Habana, Cuba… 1983…
¿Quién fue René Portocarrero?
Nació en La Habana, Cuba en 1912. Es considerado una de las figuras más destacadas de la plástica cubana y uno de los principales artistas del siglo XX en la isla. Sus temas pictóricos están a menudo relacionados con la tradición afrocubana, abordada desde una perspectiva poética.[ ]Su estilo, caracterizado por un vibrante colorido, ha sido considerado de raíz barroca.
Sus obras se encuentran en los museos más prestigiosos del mundo, pues figura entre los pintores más afamados de Cuba por la riqueza inagotable de su creación. Realizó más de 20 exposiciones personales y 60 colectivas.
Nació en la barriada de El Cerro en La Habana. Aunque asistió a clases en la Academia de Artes Plásticas San Alejandro, su formación fue principalmente autodidacta. Realizó su primera exposición en el Lyceum de La Habana, en 1934. Más tarde trabajó en el Estudio Libre para Pintores y Escultores de La Habana, junto con Mariano Rodríguez, otro gran artista del color y la forma.
Portocarrero perteneció ]PortocarreroPorta la generación de poetas del llamado "grupo de Orígenes". Publicó dibujos en varias revistas literarias, como Verbum, Espuela de Plata y Orígenes. Durante esta época publicó dos libros: Las máscaras (1935) y El sueño (1939), el segundo de los cuales incluía también textos suyos.[ ]Fue amigo del poeta José Lezama Lima, que escribió sobre su obra.
En 1943 fue profesor de dibujo libre en la Cárcel de La Habana, donde pintó un mural de temática religiosa. Durante estos años inició también ciclos de obras, con títulos como Interiores del Cerro, Festines y Figuras para una mitología contemporánea.
Un año después expuso sus obras en Nueva York, en la Julián Levy Gallery y en el Museo de Arte Moderno. Se interesó posteriormente por las fiestas populares cubanas, tema al que dedicó una serie de pinturas al pastel. Hacia 1950 comenzó a trabajar en la decoración de piezas de cerámica, en el Taller Experimental de Santiago de Las Vegas. Con esta técnica realizó un mural de grandes dimensiones, titulado Historia de las Antillas, para el hotel Habana Libre.
En 1951 recibió el Premio Nacional de Pintura por su cuadro Homenaje a Trinidad, actualmente en el Museo de Bellas Artes de Cuba, que supone el inicio de una serie de paisajes inspirados en la capital cubana, los llamados "Paisajes de La Habana". En 1962, inauguró la exposición "Color de Cuba", sobre motivos de la santería afrocubana.
El carnaval cubano fue el tema de otra de sus series de cuadros, "Carnavales" (1970-1971). Participó en la Bienal de São Paulo en 1957 y 1963, y en la de Venecia en 1952 y 1966.
A lo largo de su carrera, Portocarrero recibió numerosos premios y distinciones. Entre ellos destacan el Premio Internacional Sambra, otorgado durante la Bienal de São Paulo de 1963; la Orden de la Cultura de Polonia; la Orden de Cirilo y Metodio, concedida por el gobierno de Bulgaria, en 1976; la Félix Varela de la República de Cuba, en 1981; y el Águila Azteca, máxima condecoración concedida por la República Mexicana (1982)…
Sobre Portocarrero escribiré algunas anécdotas que para mí constituyeron, con el tiempo, un manantial de sabiduría, sobre todo estando lejos de mis raíces…
No hubo una conversación entre Portocarrero y yo en que él dejara de hacerme alguna anécdota y en una ocasión le pregunté si había descubierto alguna falsificación de sus obras…
‘Si… muchas… no te imaginas con cuantas me tropecé… y tan buenas, o mejores que las que yo hago (risas)…’
Me contó que en uno de sus viajes al extranjero, el Embajador cubano, del país que visitó, lo invitó a una recepción y en su conversación por teléfono con el Embajador, éste le había manifestado que le tenía una sorpresa.
‘Marquitos… ¡que recepción!… ¡que elegancia!… ¡me colmaron de cariños!… ¡mis manos no alcanzaban a saludar a todos!… bebidas, comidas y dulces de todo tipo…’
‘El embajador cubano se me acercó, y me recordó lo de la sorpresa que me tenía… me tomó del brazo, invitó al resto de los presente a dirigirse con él a la biblioteca. Cuando abrió sus puertas, un elegante y fino lienzo blanco cubría un enorme cuadro…’
‘El Embajador me colocó al lado de aquel inmenso cuadro… y después de una referencia de presentación sobre mi persona, haló con fuerza el lienzo y quedó al descubierto la famosa obra de arte… una ‘Flora’… y por supuesto, todos los presentes aplaudieron… todos, sin excepción, se acercaron a mi obra y cada uno expuso su criterio… parecía todo indicar que los invitados fueron escogidos, creo yo, por su alto nivel de críticas sobre aquella bella ‘Flora’, donde se destacaba el rojo y el azul…’
Lo interrumpí y solo alcancé a comentarle lo orgulloso que debió haberse sentido cuando lo presentaron de esa manera delante de ilustres invitados y anfitriones; más cuando se trataba de una de sus obras más famosas, ‘La Flora’. Y riéndose, mirándome a mis ojos con tremenda picardía –porque eso sí, Portocarrero era el típico jodedor cubano- me confesó algo que me dejó en una ‘pieza’, como expresamos los cubanos cuando nos sorprenden:
‘Marquitos… (risas)… la Flora que presentó el Embajador era una falsificación… (risas)… era una muy buena falsificación, incluso, hasta mi firma la hicieron mejor que la mía (risas)… y por supuesto, me quedé callado… ‘
Lo interrumpí de nuevo… ¿Por qué no protestaste?, le pregunté, haciéndole la salvedad de que podría haberlo hecho más tarde, en privado, con el Embajador. Y Portocarrero, me respondió algo que quizás otros artistas no compartan, pero según él, nunca actuaría diferente, ni con circunstancias menos apropiadas:
‘Marquitos… No tengo corazón para descubrir a quien haga una obra como la mía… En ocasiones la hacen tan bien que hasta la envidio (risas)… y por supuesto, tengo en cuenta que también pasamos por circunstancias en que no debemos de actuar a la ligera desconociendo sus motivaciones’…
‘Marquitos, hay circunstancias y circunstancias… yo he vivido la dos…’
Una tarde conversando en su apartamento del Vedado, le pregunté a Portocarrero por qué no abandonaba Cuba, por qué no se instalaba fuera de la Isla, y me respondió con sabias frases, por lo que haré un esfuerzo por reproducir textualmente algunas de sus reflexiones:
‘Marquitos, soy artista… pero más que eso, cubano… lo que sucede hoy en mi país, nunca dudé que llegaría un día a suceder, porque también, aunque en otro nivel, fui víctima en la Cuba republicana… hay muchas cosas por arreglar, pero más por las que luchar y defender… Además, te cuento algo… las veces que estuve instalado fuera de mi querida Isla, logré bellas obras… pero siempre que las comparaba con las que realizaba aquí, descubría la diferencia de las luces… esa luz que entra por mi ventana en las mañana solo la veo ahí, por ese espacio que me da la oportunidad de poder garabatear mis telas, mis papeles…’
‘El artista plástico es solo comparado con lo más puro de la naturaleza… porque esa susceptibilidad que tiene la naturaleza divina, es la que con la misma susceptibilidad nos permite deslizarnos por el lienzo… Entre el lienzo, el óleo, el pincel, mi mano dirigida por todo lo que me rodea, mi cuerpo, mis pies y mis profundas raíces, dirigen mis cinco sentidos, y esa dirección de enfoque que le doy a mis obras, esa vida, esa luz, solo la puedo alimentar y desarrollar aquí… solo aquí…’
‘Cuando viajo, mis manos como que se marchitan, como cuando a las ramas del árbol, sus hojas, les faltara el preciado líquido de la vida… Por eso, y por muchas razones más, mi estimado amigo Marquitos, no abandono Cuba… porque fallecería la planta…’
No obstante, aclaro lo siguiente: Tuvo razón en parte mi amigo Portocarrero. Y digo en parte, porque en la vida real no se necesita ser artista para marchitarse como él me lo pronosticó. Si hoy pudiera decírselo, le rectificaría ese detalle tan importante que debe conocer todo ser humano que arranca sus raíces tratando de trasplantarse sin mediar consecuencias… Me está sucediendo a mí…
*Marcos Jesús Concepción Albalat… (Trinidad/Casilda, S.S., Cuba) Agosto 03-1947… Reside en Miami, Florida, Estados Unidos… Licenciado en Gestión Comercial Internacional… @: marcosjesus360@yahoo.com – Director de la Agencia de Información ‘ArgosIs-Internacional’ en la Red… argosisdirector@yahoo.com - Web: http://www.argosisinternacional.com...
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